Cátedra UNESCO
5 de octubre de 2016

El desplazamiento forzado interno en Colombia: entre la guerra y la paz

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El desplazamiento forzado interno en Colombia ha puesto a nuestro país en la deshonrosa lista de los países con el más alto número de personas expulsadas de sus hogares por la guerra (Internal Displacement Monitoring Centre), sus actores y sus dinámicas. Realidad que fue mucho más visible en años anteriores pero que aún hoy aqueja a muchos connacionales, sin que la sociedad colombiana se haya cuestionado verdaderamente acerca de los impactos que el destierro ha causado en nuestro país.

 

Dichos impactos incluyen desde las afectaciones a las personas, las familias y las comunidades hasta las consecuencias en los territorios, el presupuesto nacional y la democracia. Estas consecuencias han sido documentadas por el Centro Nacional de Memoria Histórica en sus informes, dando cuenta, por ejemplo, de la “descampesinización y despoblamiento de territorios esencialmente rurales”, así como de la “aceleración del proceso de urbanización del país”. Este último con múltiples efectos en las grandes y medianas ciudades, como por ejemplo en la movilidad.

 

Ignorar los costos –humanos, pero también materiales– de la guerra permite a muchos seguir insistiendo en ella, restando importancia a los sufrimientos de quienes han sido víctimas directas del conflicto armado e ignorando la bien conocida incapacidad del Estado para atender y reparar integralmente los inconmensurables daños que los actores del conflicto han causado –y pueden seguir causando– a millones de colombianos.

 

Por el contrario, ser conscientes de las consecuencias de la confrontación armada permite identificar, por ejemplo, los intereses ajenos a la guerra que se han mezclado con ella y han permitido que el desplazamiento forzado haya sido empleado como medio para desterrar y apropiarse ilegalmente de vastos territorios del país (ver esfuerzos y resultados de la restitución en Colombia). Así mismo, conocer –y aceptar– las causas y los impactos de la guerra sirven de argumentos suficientes para proteger y asistir al campesinado y a la agricultura colombianos a través de una reforma agraria que sensatamente había sido incluida en el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera.

 

De manera que, ignorar los “costos” de la guerra para insistir en ella es una buena manera de favorecer las injusticias que han incrementado las desigualdades en el campo, debilitando nuestra democracia. Además, por dicho camino nos alejamos de la más grande aspiración humana: la paz, y nos acercamos a la cobardía que Thomas Mann recordó cuando dijo que “la guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz”.

 

* Investigadora del Centro de Investigación en Política Criminal de la Universidad Externado de Colombia, abogada de la misma universidad y Magíster en “Diritto del Minore” de la Universidad La Sapienza de Roma; Doctora en derechos fundamentales en la sociedad global de la Universidad de Camerino.