Con criterio
7 de julio de 2022
“La verdad no nos garantiza la paz, pero si nos conduce a ella”[1]
Por: Marcela Olarte- *Investigadora Centro de Investigación en Política Criminal UExt
El 28 de junio la Comisión de la Verdad hizo entrega pública del informe final para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición, el cual representa uno de los tantos caminos en la construcción de la paz y el buen vivir en Colombia.
¿Cómo contribuye? Es importante decir que los diez volúmenes que componen el informe son parte de un proceso de participación abierta entre distintos actores políticos y sociales, como la sociedad civil, las víctimas del conflicto, los excombatientes, los empresarios, la fuerza pública entre otros. Es decir, a diferencia de la verdad judicial u oficial, que es construida por quienes han ostentado posiciones de poder y por aquellos que han determinado quién accede a la justicia, esta verdad es la construcción colectiva por quienes su voz fue silenciada durante muchos años o nunca había sido escuchada.
Es de resaltar que, en este proceso, el diálogo se manifestó no como un mero ejercicio de intercambio de relatos, sino que se generaron espacios plurales de reflexión y significación entre quienes escuchaban y fueron escuchados. Donde más de mil voces adoptaron formas de cantos, expresiones corporales y también silencios, pero sobre todo fue el lugar donde se reconoció y se dignificó el dolor de los territorios, de las víctimas y de sus cuerpos.
Esta verdad que nos es dada en el informe significa un aporte también a la justicia transformadora, esa justicia que aboga por la no repetición y por la superación de las causas estructurales que originaron y mantuvieron el conflicto y su función es que el enojo social, esa emoción colectiva que se ha gestado en la sociedad durante tantos años, de paso al sentimiento de esperanza y de posibilidad de lograr la justicia social.
Tal como lo señala el volumen de hallazgos, en el informe se encuentran verdades incómodas, verdades que nos interpelan como sociedad y como país y será común el rechazo de algunos sectores, pues es parte del impacto político directo que genera la verdad. Sin embargo, la legitimidad del informe y de su proceso dependerá de la difusión, visibilidad y apropiación por parte de la ciudadanía.
Es por esta razón que el informe no puede quedarse como un documento estático, por el contrario, debe ser tan dinámico que permita mantener con vida esas voces que relataron los impactos diferenciados del conflicto. La lectura de estos informes nos invita a formar parte del diálogo, aquel que nos lleve de la reflexión a la acción, una acción que propicie espacios de conciencia social en los ámbitos públicos y privados para la transformación hacia esa paz grande como lo menciona el informe “es una prioridad de largo plazo y debe convertirse en un proyecto nacional que ponga en el centro el respeto por la vida y la dignidad, que garantice derechos a todas y todos por igual, que reconozca y respete la diversidad, una paz que se construye desde el territorio y con las comunidades. Una paz que permita la reconciliación y la reconstrucción de la confianza de los ciudadanos en las instituciones y entre ellos mismos”[2].
[1] Este eslogan fue creado por la Comisión de la Verdad para el lanzamiento del informe final
[2] Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición. Informe final “Hallazgos y recomendaciones”. En: https://www.comisiondelaverdad.co/hay-futuro-si-hay-verdad, p. 772.