Con criterio
26 de junio de 2019

Cárcel Central de Chipre

¿Alguna vez ha tenido noticia de alguna cárcel en la que los presos reúnan dinero para hacer obras de caridad? Esto fue lo que ocurrió el año pasado en la Cárcel Central de Chipre, cuyos prisioneros juntaron el dinero proveniente de sus labores al interior del plantel con el objetivo de ayudar a las víctimas de las letales conflagraciones que se presentaron en la región del Ática (Grecia) durante el mes de junio. Cómo algo así pudo haber sucedido seguramente tiene que ver con el carácter humano que caracteriza al establecimiento, carácter que tuve la oportunidad de constatar hace algunos meses cuando visité la Cárcel Central como parte de una actividad académica.

La Cárcel Central de Chipre es un complejo penitenciario ubicado en la capital, Nicosia. Este, que es el único establecimiento para la privación de la libertad en el país, aloja a algo más de 640 personas de las cuales la mitad son extranjeros, una sexta parte son sindicados, 40 son mujeres y 20 son menores. Siendo la población total del país 865,000 personas[1], la tasa de encarcelamiento asciende a 74 por cada 100.000 habitantes. La capacidad oficial del complejo es de 671 cupos, por lo cual la ocupación llega al 95%[2].

El complejo está compuesto por tres establecimientos: la Cárcel Cerrada, la Cárcel Abierta y el Centro de Ocupación Extrainstitucional. La Cárcel Cerrada es la de mayor seguridad y a ella van las personas que han sido condenadas a más de dos años de prisión. Está construida con arreglo al modelo panóptico, de acuerdo con el cual los privados de la libertad pueden ser vistos en todo momento desde una torre central. Solo los miembros de la guardia que vigilan desde la torre llevan armas; están autorizados a utilizarlas en caso de intentos de fuga. Los guardias que trabajan dentro van desarmados. Las celdas miden dos metros cuadrados y en cada una de ellas habitan dos internos. Existe una unidad de aislamiento para quienes cometan faltas dentro de la cárcel. En ella se imponen sanciones hasta por seis días durante los cuales el castigado solo tiene derecho a una hora de sol diaria.  

La Cárcel Abierta es de menor seguridad y a ella van todos los prisioneros que hayan cumplido una tercera parte de su pena. Quienes se encuentran en la Cárcel Abierta pueden desempeñar una variedad de trabajos por los cuales se les paga; pueden salir por periodos de hasta 72 horas cada dos meses. Desafortunadamente hay muchos privados de la libertad que no acceden a esta fase del “tratamiento”, pues al ser extranjeros y no tener una red de apoyo fuera de la cárcel, las autoridades temen que no regresen una vez se les conceda el permiso de salida.

Por último, el Centro de Ocupación Extrainstitucional se dispuso para aquellos a quienes les queda muy poco tiempo por cumplir. Las personas que aquí se encuentran pueden trabajar en la ciudad bajo la condición de pasar la noche en la cárcel.

En la Cárcel Cerrada hay un total de 14 alas o patios: una para mujeres, dos para sindicados, una para menores, una para infractores sexuales con víctima menor de edad, una para infractores con necesidades psiquiátricas y ocho para el resto de detenidos en general. A excepción de las anteriores distinciones y con fines de resocialización, todos los presos cumplen sus penas en el mismo lugar, sin importar cuál sea el delito por el que están privados de la libertad. La mayoría de personas privadas de la libertad en Chipre han sido condenadas por delitos de drogas, sexuales, de cuello blanco e impago de multas.

La cárcel cuenta con cuatro escuelas equipadas con libros en diferentes idiomas, un teatro, un gimnasio, un campo de fútbol, una iglesia y una mezquita. En cuanto a los servicios de salud, el personal de atención consta de un sacerdote, dos trabajadores sociales, diez enfermeras, un dermatólogo, un odontólogo, dos médicos generales y dos psicólogos. Los psicólogos y los médicos generales están disponibles las 24 horas del día. La cárcel cuenta con cuatro dietas para los detenidos: dieta general, vegetariana, especiales para quienes sufren enfermedades como la diabetes y dieta de ayuno.

Fotografías de la autora

 

Hasta hace cuatro años el complejo carcelario era un lugar mucho más alejado de la comunidad y autoritario, al punto que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos llegó a condenar al Estado chipriota por violación de derechos humanos dentro del establecimiento. En efecto, se declaró que en el mismo se desarrollaban tratos humillantes toda vez que las celdas no contaban con suficiente iluminación, temperatura adecuada, ni baños, lo cual hacía especialmente difícil la vida de los presos, que permanecen encerrados desde las diez de la noche hasta las siete de la mañana. Además, reinaba un régimen de privilegios mediado por actos de corrupción y estaban restringidas las visitas y las llamadas telefónicas. El suicidio era bastante común.

Sin embargo, con la llegada de la nueva directora al plantel, Anna Aristotelou, las cosas han cambiado. El giro positivo radica en el cambio de filosofía. Mientras que antes la dirección aplicaba una sanción de naturaleza meramente punitiva, la nueva administración sostiene que la finalidad de la pena es correccional y que su intención es tratar a las personas privadas de la libertad no como delincuentes sino como seres humanos que necesitan ayuda. De acuerdo con la directora, todos los internos merecen una segunda oportunidad, incluso los condenados a prisión perpetua, que de hecho son quienes más colaboran y los que menos problemas ocasionan dentro de la cárcel.

Desde que Aristotelou asumió la dirección se ha documentado la desaparición de la totalidad de eventos de autolesión, fenómeno que se atribuye a la ampliación de los días de visita (6 de los 7 días de la semana) y a la disponibilidad permanente de los teléfonos (antes los internos solamente podían usar el teléfono dos veces a la semana y por un máximo de diez minutos). Así mismo, han disminuido significativamente los casos de corrupción relacionados con contrabando de sustancias alucinógenas, lo cual se explica por la puesta en marcha de programas de desintoxicación y rehabilitación del consumo de drogas (recordemos que la mayoría de internos perdieron su libertad por delitos relacionados con drogas). Por último, se abolieron los tratos privilegiados que existían para algunos de los presos, lo que disminuyó la tensión al interior de la cárcel y los niveles de violencia.

Aunque ninguna cárcel puede ser encomiable, debo destacar que en la Cárcel Central de Chipre se ha logrado que la pena de privación de la libertad no constituya una agresión a la dignidad humana, al punto que los mismos internos lo reconocen y lo afirman. A pesar de los muchos problemas que por definición presenta la privación de la libertad, esta puede llegar a ser, con una buena dirección, mucho más humana.

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[1]    En este artículo me refiero solamente a la parte sur del país. Valga aclarar que Chipre se encuentra dividida administrativamente en dos partes: la parte norte, que corresponde a la República Turca del Norte de Chipre, y la parte sur, que corresponde a la República de Chipre, que es aquella donde se encuentra la Cárcel Central de Chipre y cuya población tomo en cuenta para el cálculo de la tasa de encarcelamiento por cada 100.000 habitantes.

[2]    De acuerdo con datos oficiales recolectados por World Prison Brief. Consultado el 24 de junio de 2019 en: http://www.prisonstudies.org/country/cyprus-republic