Con criterio
21 de mayo de 2019

De la última película de Lars von Trier y otros demonios

La obra cinematográfica: La casa de Jack. La descripción de la película, la siguiente: “el director danés Lars von Trier cumple con el objetivo de enfadar y tensionar a la audiencia con el seguimiento a un asesino en serie en la década de los 70. Poco a poco se conocen los crímenes y algunas motivaciones […] Matt Dillon logra impactar por su actuación” (‘La casa de Jack’, 2019). El lugar donde se proyecta: Bogotá, Colombia. La reacción de algunos espectadores: pararse de la silla en medio de la proyección y abandonar la sala ante las imágenes desgarradoras de violencia explícita. La pregunta: ¿por qué nos escandalizamos ante la ficción y no ante la cruda realidad?

No han sido pocas las críticas que ha recibido el director danés por la violencia despiadada de su película y por el desprecio que demuestra su personaje ante las víctimas de sus macabros hechos (Reina, 2019), críticas que en muchas salas de cine –tal como la experiencia vivida– se han traducido en la peor de las reacciones de la audiencia: abandonar la obra antes de que llegue a su fin. Ante esa reacción, y en el contexto de un país que ha padecido graves, sistemáticas y crueles violencias producto del conflicto armado y en el que cada día se incrementan las muertes y amenazas a líderes sociales, no deja de llamar la atención la reacción, aunque se trate de dos situaciones distintas.

Y no deja de llamar la atención porque ese mismo contexto de rechazo a la violencia (irreal) de la película es el mismo del 2016, en el que 6’000.000 de personas le dijeron No a la posibilidad de poner fin a la guerra y con ello acabar –o al menos disminuir, como en efecto ocurrió– las graves, sistemáticas, crueles y reales violencias que se venían dando. También es el mismo contexto en el que no parece escandalizar a la sociedad que en el último año hayan aumentado las amenazas a líderes sociales en un 47% (Pedraza, 2019) y con ello estemos viviendo la continuidad de lo que no hemos podido resolver del conflicto armado.

La antipatía de Jack ante sus víctimas me recuerda la pasividad que hemos demostrado ante los sobrevivientes de nuestra guerra. Pasividad que hace unos años tenía la forma de indiferencia y que hoy ha tomado la forma de rechazo al proceso de paz, a los acuerdos del mismo y a las (pocas) instituciones que se han puesto en marcha fruto de los acuerdos. En efecto, mientras se ha recrudecido el ataque a las instituciones que tienen por finalidad garantizar los derechos de las víctimas, las víctimas persisten en la defensa del acuerdo (Semana, 2019) y en la necesaria implementación del mismo (Ver Propuestas y recomendaciones de las víctimas para la construcción del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 ‘Pacto por Colombia, pacto por la equidad’, para el fortalecimiento a la implementación de la política pública de víctimas).

Algunos dirán que no es comparable tener que ver en cine semejantes imágenes con los hechos de la guerra que muchos no hemos tenido que presenciar –¡por fortuna!–.  A ellos responderé que la mera ocurrencia de estos últimos debe ser suficiente para llamar en causa nuestro sentido de humanidad y nuestra protesta. Otros podrán decir que no hemos tenido silla de la cual pararnos o sala de cine que abandonar para demostrar nuestra condena a los sufrimientos que han padecido los afectados por el conflicto armado. Puede ser. Otros como yo dirán que la democracia nos ha dado la posibilidad de mostrar nuestro rechazo ante la guerra, su continuidad y sus motivaciones, y la hemos desperdiciado.

 

FUENTES

  • ‘La casa de Jack’. En: El Tiempo. Bogotá D.C. 5 de mayo de 2019. Sec. Cine. P. 5.5.
  • Pedraza, J. C. ‘Amenazas a líderes sociales aumentaron un 47% el último año’. En: El Tiempo. Bogotá D.C. 6 de mayo de 2019. Sec. Colombia. P. 1.2.
  • Reina, M. ‘Críticamente. Retrato de un sádico’. En: El Tiempo. Bogotá D.C. 9 de mayo de 2019. Sec. Cultura. P. 2.5.
  • Semana. ‘Las víctimas votaron por el Sí’. Consultado el 20 de mayo de 2019.